lunes, 25 de febrero de 2013

Se acabó la música...


"La desolación es el sentimiento que nos embarga cuando mueren los seres que habitan dentro de nosotros"
Norman Mailer, 'Los tipos duros no bailan'

Vista panorámica de la Reserva desde el alto de la cordillera del Mbaracayú.
Escuché a Bartomeu Meliá contar en una conferencia que cuando él llegó a Paraguay, allá por 1954, la ruta hacia el este sólo llegaba hasta Coronel Oviedo, "el resto era selva". Según este antropólogo jesuita, toda una autoridad en cultura y lengua guaraní, la colonialidad -el patrón de poder resultado del colonialismo- no fue tan acusada en Paraguay durante la conquista y los siglos posteriores como desde mediados del siglo XX. La construcción de la presa de Itaipú y el avance de la frontera agrícola con la apertura de la ruta no tienen parangón con ningún otro fenómeno del pasado en cuanto a la destrucción de comunidades y sistemas de pensamiento, el encubrimiento indígena y la transformación de su teko -forma de vida- con la deforestación real y lingüística de todo un país. Si la cita de Mailer se pudiera aplicar a un pueblo el resultado de ese sentir sería 'El dolor paraguayo', el retrato que hizo Rafael Barret -a caballo entre los siglos XIX y XX- de un territorio materialmente devastado y humanamente desolado.

Avance de la deforstación en la Región Oriental del Paraguay entre 1945 y 2005.
Imagen: Fundación Moisés Bertoni.
Bruno Chevugi era guardabosques. El pasado 7 de febrero recorría en canoa el río Jejuimí, dentro de la Reserva del Bosque de Mbaracayú. Siete impactos de bala acabaron con su vida. La Reserva, como se la conoce en la zona, es una masa compacta de 65.000 hectáreas de bosque atlántico -uno de los últimos reductos que le quedan al Paraguay- sometida a presiones de diferentes sectores. En un principio, se barajó un ataque de furtivos, si bien nunca se había producido un encuentro tan violento entre guardabosques y cazadores. El bosque también brinda condiciones ideales para el cultivo de marihuana y en los días sucesivos se apuntó al narcotráfico, pero los tres compañeros que patrullaban con Bruno pudieron tirarse al agua, lo que hacía pensar que los disparos iban dirigidos sólo a él. Bruno era de Kuetuvy, un territorio ancestral de la comunidad aché. Recientemente, estas propiedades han sido invadidas por 'carperos' de la colonia Brítez Cue, en la misma zona de la Reserva. Bruno era el líder de las movilizaciones indígenas en contra de la ocupación y así fue como tomó fuerza la hipótesis de campesinos sin tierra como responsables de su asesinato.

Ubicación de la Reserva de la Biosfera del Bosque de Mbaracayú.
Imagen: Fundación Moisés Bertoni.
Doce días después, un líder campesino fue acribillado por dos sicarios frente a su casa, en el departamento de Concepción. Su lucha contra la sojarización o la oposición al establecimiento en el país de la empresa de procesado de aluminio Río Tinto Alcán -condenada por delitos ambientales y de lesa humanidad en Papúa Nueva Guinea- parecen tener menos importancia que la vinculación de cualquier protesta con un paupérrimo Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), con base fundacional en Horqueta, el distrito donde vivía. Se asesinan indígenas, se asesinan campesinos, se muere la tierra ahogada en agrotóxicos y con ella sucumben las comunidades indígenas que, ingenuamente o no, arriendan sus territorios a estancieros en esta nueva versión del Paraguay feudal, se muere un lago enterrado en miles de metros cúbicos de efluentes contaminantes y, por los mismos motivos, empieza a agonizar la bahía de Asunción. Los de arriba ponen el capital y las reglas, diseñan en los despachos las políticas de dominación sobre territorios y recursos. Los de abajo ponen los muertos. Lo más triste es que, de demostrarse estos hechos, estaríamos ante un episodio más de la guerra entre los pobres.

Sojal sin cosechar -al parecer, la sequía de enero malogró el grano- en los
alrededores de Ypejhú.
Las pistas que dan acceso al Bosque de Mbaracayú van desvelando un paisaje fantasmagórico. En menos de un año -me cuenta una de las trabajadoras de la fundación que gestiona la Reserva- ha desaparecido el bosque secundario de esta área de amortiguación. La maquinaria ha levantado de cuajo árboles centenarios cuyas raíces volteadas nos dan ahora la bienvenida. En unos meses ya serán terrenos a pleno rendimiento para sacar las tres cosechas anuales de soja. La autoridad colonial de los yerbateros que retrató Barret sigue ahora el libreto de las corporaciones del agronegocio. Y es cuando te preguntas si tienen razón quienes afirman que Paraguay es un error geográfico. Releyendo 'Hijo de hombre' después de conocer una mínima parte del interior de Paraguay se comprueba que no hay nada de mágico en el realismo de este país "de la tierra sin hombres y de los hombres sin tierra", como lo definió el propio Roa Bastos. Uno de cada ocho paraguayos reside en el extranjero aportando, paradójicamente, con sus remesas el cuarto ingreso de divisas después de la exportación de soja, carne y las regalías de las hidroeléctricas de Itaipú y Yaciretá. El 70% de esos emigrantes son mujeres, como la mamá de Evelyn, una niña de orejas desprendidas y ojos despiertos, empeñada en enseñarme guaraní durante las semanas que pasé en Ypejhú. Me contó que su madre está en Bilbao y que quiere llevarla para allá pero a ella le da miedo España. Desde que se fue, hace cuatro años, Evelyn no ha vuelto a ver a su mamá.

En menos de un año se ha deforestado el área aledaña a la Reserva. Al fondo, aun se
observan los tocones que se están retirando para acondicionar el terreno como cultivo.
A lo mejor, la crisis ha hecho que muchas de esas personas que buscaban una vida mejor estén de regreso. Las que volvieron y las que aun están fuera, separadas por distancias de gua'u, quizá tengan los ojos puestos en las próximas elecciones de abril. El golpe parlamentario -asumido ya por la amplia mayoría de los sectores sociales- y la división del frente de izquierdas -en una patética ceremonia por el control de las listas- dejan en una posición privilegiada al Partido Colorado -el mismo que soportó los treinta y cinco años de dictadura- en su camino hacia la Presidencia. Pero Paraguay es un país impredecible. "No somos como el resto de los latinoamericanos, no somos como los argentinos o como los mexicanos. Somos un pueblo silencioso, callado", afirma Paz Encina, la directora de la película 'La hamaca paraguaya', un reflejo de ese silencio, del tiempo y la quietud de la vida paraguaya, o si se quiere, esa actitud ambivalente entre la negación y la resignación ante la fatalidad, un destino que, a decir de la propia autora, "a veces parece una condena y otras una bendición".


Me estoy marchando de aquí aunque aun no haya llegado a ninguna otra parte. Y me estoy despidiendo de Paraguay como se despide una de las cosas, sin saber si debe alegrarse o entristecerse. En guaraní, arandú es sabiduría y significa, casi literalmente, 'sentir el tiempo'. Quizá sea el tiempo que necesitamos para despedirnos y aprender algo de esos seres que nunca más seremos. "¡Se acabó la música!" es la frase que el viejo Plutarco le arroja a la cara al Capitán en la última escena de la película mexicana 'El violín'. Con una mirada impasible, su voz pausada suena, sin embargo, como un grito de rebeldía y dignidad. Aunque sea silencioso y yo ya no esté aquí para escucharlo, ojalá un grito de dignidad recorra este país vacilante entre la sumisión y la revolución. Hi'ãnte...