lunes, 3 de diciembre de 2012

Ñakyrã pire


Mudas de ñakyrã (cigarras).

Regreso de un sitio donde son frecuentes los cortes de energía durante las tormentas. Donde, a falta de palmatorias, tazas vueltas boca abajo iluminan el pasillo de la casa al anochecer, invitando a recogerse a las piezas antes de la hora acostumbrada. Donde, a menudo, a la mañana siguiente el suministro eléctrico aun no se ha recuperado y, entonces, al lento discurrir de las horas se suma un extraño silencio. La estridencia de las cigarras sobre los mangos, el loco canto de los gallos, los cansinos ladridos de los perros vagabundos, alguna rana lejana..., sonidos animales que parecen sonar con más fuerza en una atmósfera limpia tras el aguacero.

Calle principal (empedrada) en Ypejhú.
Calle secundaria en Ypejhú.
Uno de los comercios de la calle principal.

Ypejhú es un sitio de cielos bajos. Llegar hasta aquí requiere mirarlos. En la estación de ómnibus de Asunción, si hay aviso de lluvias, sólo te venden boleto a Curuguaty -hasta donde llega la ruta asfaltada- y dejan a criterio del chófer cubrir el resto del trayecto. Embarrancamos en cuatro ocasiones. El pasaje local parecía conocer las pautas y bajaba del colectivo para echar una mano en la tarea de enderezar el vehículo sobre las roderas. En una ocasión, los esfuerzos fueron inútiles: hubo que recurrir al tractor de una hacienda para que nos remolcara hasta un terreno algo más firme. Tuvimos suerte porque, según me dijeron, no nos cobraron la ayuda prestada y porque, tras casi cinco horas, cubrimos los 90 kilómetros de pista de tierras rojas que separan Curuguaty de Ypejhú.

Hasta hace tres décadas el municipio sólo era una colonia en un territorio de frontera. Da risa pensar en los estrictos controles a los que te someten en los aeropuertos cuando ves con tus propios ojos lo que aquí se conoce como 'frontera seca' con Brasil, absolutamente permeable a personas y mercancías. No cuesta demasiado imaginar los vastos bosques que rodearían las casas dispersas que hoy conforman el municipio -y su vecino del otro lado, Paranhos- antes de que el negocio de la soja desembarcara en la región oriental del Paraguay bajo el empuje de terratenientes brasileños. Hoy, salvo las zonas adehesadas para pasto que aún se mantienen y el gran pulmón que supone la Reserva Natural del Bosque de Mbaracayú, las enormes plantaciones cubren buena parte del horizonte. Eran apenas unos brotes cuando llegué y casi un mes después levantan medio metro del suelo.

Casas de Ypejhú: algunas se construyen con ladrillos y luego se
revocan con vivos colores.
Casas de Ypejhú: las más tradicionales conservan la estructura
de tablas de madera.
El cambio del empedrado al asfalto marca la frontera
entre Ypejhú (Paraguay) y Paranhos (Brasil).
El viaje de regreso a Curuguaty lo hago en coche, más rápido, pero también tras una tormenta que ha dejado el camino 'feo'. Dejo atrás un espacio que ha puesto imágenes a todas mis lecturas latinoamericanas. Ahora entiendo porque, por ejemplo, el oficial del ejército paraguayo protagonista de 'La revolución en bicicleta' recorre siete kilómetros para ir a hacer la compra semanal a la despensa del pueblo. Es un territorio en el que la vida transcurre de forma tan monótona que no se podría decir si la gente es feliz, inmersa sin más en sus rutinas, o si vive petrificada, hincando la cabeza en sus quehaceres para soportar el tedio y no salir corriendo hacia no se sabe muy bien adónde. Un ambiente tranquilo en el que, aparentemente, no pasa nada y no se sabe si es porque nada tiene que pasar o porque alguien impide que pase.

Tormenta desde el patio.
Un silencio ensordecedor, como el de la noche, roto por el canto de las ñakyrá. Al día siguiente, ya en Asunción, me entero por la prensa de que esa misma noche dos sicarios han acribillado a tiros a un dirigente campesino. Cuando empecé el blog, la masacre de Curuguaty rompió mis planes para hablaros de las primeras impresiones de la capital. Casi seis meses después, quería empezar a contaros, por ejemplo, que acá un sencillo entretenimiento infantil es buscar las mudas que las cigarras dejan prendidas a los troncos cuando culminan su ciclo vital. En guaraní ñakyrã pire (literalmente, piel de cigarra) es una expresión que viene a referirse a algo vacío, algo que no tiene contenido. Como la supuesta democracia que se ha instaurado en el país.

Concentración frente a la Fiscalía el pasado sábado en Asunción
tras el asesinato del dirigente campesino Vidal Vega.
Leyenda en la camiseta de uno de los manifestantes.